Cosas que no decimos

Hace un par de años, una famosa bloggera estadounidense (que escribe sobre cómo vivir la vida con propósito) hizo viral su idea de publicar un listado llamado “Things i’m afraid to tell”. En el listado incluía nueve cosas que ella temía contar a los demás. Salió en televisión, en la radio y cientos de blogs en el mundo se unieron a su iniciativa publicando sus propios listados.

Dos años después tres miembros de nuestro equipo nos unimos para listar aquí abajo 5 cosas, todas relacionadas con nuestros perros, que no solemos decirle a nadie:

1. Desde que tengo a mis perros mi tasa de llanto se incrementó en un 2.400 %. Nunca fui muy llorona y según mis cuentas lloraba en promedio 1 vez al año. Pero desde que ellos llegaron a mi vida me he vuelto mucho más sensible en todos los aspectos y me conmuevo más fácilmente ante las situaciones de los animales y de las personas en general. Ahora me considero llorona y lloro, en promedio, 2 veces al mes. – María

2. Me siento responsable de la pérdida de los dientes de Tobito. A raíz de un muy mal olor que salía de su boca, lo llevamos al odontólogo a practicarle una profilaxis y nos encontramos con la sorpresa de tener que decidir si extraer o no 12 de sus piezas dentales. Aunque es cierto que tiene 11 años y que es normal que sus dientes empiecen a verse afectados, sé que si hubiera tenido la disciplina de hacerle limpiezas caseras con cierta frecuencia, hubiera podido evitar el deterioro de sus dientecitos. – Silvia

3. Alguna vez me cuestioné el haber rescatado a Venus. Hace cinco años rescaté, junto a mi hermano, a mi raza única Venus. A pesar de lo muy delgada que estaba nunca imaginamos que padecía parvovirosis. La enfermedad la hacía expulsar sangre y gusanos por todos los lados posibles y por toda la casa. Infinidad de veces tuve que limpiar su desastre, en la madrugada y con un olor  muy difícil de soportar. Esos primeros momentos fueron muy duros para mí y me llegué a preguntar si había sido una buena idea rescatarla, pero con el tratamiento adecuado y un par de semanas hospitalizada la pesadilla terminó. Ahora, cada vez que puedo la miro a los ojos y le pido perdón porque, sin lugar a dudas y con absoluta seguridad, mi bebé y su rescate han sido lo mejor que me ha pasado en la vida. – Marcela

4. Hace menos de 1 año Cocó me mordió con maldad y con ganas, y me hizo daño. Estábamos en un parque y lo hizo porque le quité un chicle que se estaba comiendo. Se puso furioso y me alcanzó a morder dos dedos. Lo sometí poniéndolo patas arriba mientras mis lágrimas caían sobre él y él gritaba como si estuviera pasándolo mal. Vera también lloraba al escucharlo llorar a él. La mordida me hizo doler mucho más el corazón que los dedos pero desde ese día, y gracias a lo que hice, el señorito me hace más caso cuando le pido que se saque algo de la boca. – María

5. Tobito es más un humano que un perro. Ni siquiera puedo recordar cómo era su comportamiento hace 8 años cuando nos adoptamos mutuamente pero sí recuerdo que siempre quise lo mejor para él y no tuve en cuenta que era un perro y no tenía mis mismas necesidades ni consideraciones. Por esto lo consentí más de lo debido y no me tomé el tiempo de llevarlo a interactuar con otros perritos, como es debido, sino por el contrario y a raíz del placer que me produce su olor y cercanía, procuraba llevarlo siempre en mis brazos. Desearía retroceder el tiempo para que eso no hubiera pasado, pero tengo la certeza de que nunca más haré lo mismo con otro perro.   – Silvia
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